Honesto consigo mismo hasta el final, antes de desaparecer físicamente, Cardoza y Aragón se rehúsa a legarnos el resobado mensaje de la bondadosa sabiduría de los años; no hay tal, su rebeldía intelectual sigue intacta. El mundo es una sucesión de hechos irreales en los que nos consumimos a diario, para luego renacer y repetir el ciclo absurdo de eso que llamamos vida. Lázaro en la piel de Segismundo. Y he aquí la conclusión final a la que nos conduce esta obra póstuma: la afirmación radical que este gran individualista nos deja como herencia para comprender el eterno embrollo de Ser y de Estar en el mundo: “La poesía es la única prueba concreta de la existencia”.